miércoles, 16 de diciembre de 2009

SEGURIDAD

La seguridad como concepto alcanza a múltiples cuestiones, hoy únicamente se lo toma en lo relativo a la seguridad física y patrimonial. En realidad el concepto es más abarcativo, atañe a lo estructural. Por tal motivo se deberá tener en cuenta los siguientes factores: lo moral, lo intelectual, lo físico, lo jurídico, lo económico, lo político, lo educacional, etc. Pero vamos a analizar, cuáles son las causas de inseguridad que vive nuestra sociedad y el estado actual de violencia iconoclasta que es la resultante.

En general el aspecto de inseguridad se lo pretende solucionar, o se lo enfoca por sus efectos; pero sabemos por el conocimiento que nos da la filosofía que nada se resuelve combatiendo el efecto, hay que buscar solución en las causas profundas para resolver este flagelo.

Desde el poder político se responsabiliza de la seguridad a la Policía. Indudablemente que esto responde a cuestiones ideológicas y por otra parte a los objetivos políticos que fueran fijados para nuestro país por la “Usura Internacional” en cuanto a la destrucción de las instituciones armadas y de seguridad de la nación. La institución Policial cumple un rol importante en un plan de seguridad, pero no es la única responsable, su misión consiste en mantener el “orden público”, doctrina sobre lo que debería fundarse la institución Policial.

En verdad la seguridad es una cuestión de ESTADO, que abarca como dijéramos anteriormente a diversos factores.

También vamos a aclarar que la semántica juega un papel fundamental en lo atinente al concepto seguridad, ¿por qué decimos esto?, lo decimos porque en el mundo moderno no existen definiciones concretas y todo se exhibe como relativo. Por lo tanto comprendemos por qué mucho se habla de seguridad y tan poco se entiende de ella. Por eso es común que cualquiera opine sobre el tema, sin tener un conocimiento acabado; obviamente es una problemática que nos preocupa a todos, porque toda la sociedad sufre un estado de “conmoción” como jamás ocurriera.


CAUSAS DE INSEGURIDAD

Dentro del orden temporal la política tiene por finalidad el gobierno de la ciudad como lo definían los sabios griegos y su fin es el bien común.

Dentro de lo que es el bien común, la política para desarrollar la paz, necesita vivir en el orden y la seguridad es uno de los pilares fundamentales.

Y como de semántica hemos hablado vamos a explicar que es el ORDEN: El orden es la recta disposición de las cosas para alcanzar su fin.
El orden moral - orden propio de la especie humana- se realiza en virtud del conocimiento que los hombres tienen de sus leyes o normas y de la libre adhesión que las normas jurídicas tienen cuando abarcan la actividad individual y social .
El orden social es, a su vez, el orden moral aplicado a las relaciones entre los hombres que viven en sociedad; de ahí que dependa del orden moral, como la parte depende del todo.
El orden social es, por lo tanto, el sistema de leyes morales que rigen la estructura y la vida de la sociedad, con el objeto de realizar el bien común, para facilitar a los hombres la consecución de sus fines materiales, intelectuales y morales, coordinado y supeditados al fin último (Dios).

La paz es la realización de los fines naturales en el orden jurídico, así la paz tiende a asegurar la prosperidad o felicidad temporal del hombre. Bien, es cierto que esta prosperidad y esa paz reconocen una escala de valores, en cuya cima están los espirituales, porque el orden moral es anterior y superior al orden material.

Como lógica consecuencia y en razón inversa al criterio expresado la falta de cumplimiento de la ley superior (ley divina, natural e inmutable) trae aparejado el desorden, la anarquía y el nihilismo.

EL ORIGEN DEL PROBLEMA
El trastocamiento del orden se produce con la Revolución Francesa cuando se declaran los postulados de libertad, igualdad y fraternidad; negando de esta manera el origen divino de la autoridad, afirmando que esta reside en el pueblo “Vox populi, Vox Dei”; rompiendo con el orden social cristiano que imperó durante el medioevo donde se reconocía el origen divino del poder, tomado ello de las palabras de Nuestro Señor Jesucristo a Poncio Pilatos “No tendrías poder si no te hubieses sido dado de lo alto”; indudablemente que por estas palabras se produjeron infinidad de tratados por parte de teólogos de la Iglesia católica. En realidad los primeros que observaron esto fueron los griegos; descubridores del orden natural y que posteriormente con el advenimiento del cristianismo fue perfeccionado por la revelación de Nuestro Señor Jesucristo.

León XIII,un Papa sabio de la Iglesia Católica, expresa en la encíclica “Inmortale Dei":"... pero el afán pernicioso y deplorable de novedad que surgió en el siglo XVI habiendo perturbado primero las cosas de la religión, por natural consecuencia, vino a trastornar la filosofía y, mediante esta toda la organización de la sociedad civil. De allí, como de un manantial se derivan los más recientes postulados de un libertinaje sin freno y sin limites, inventados durante las grandes perturbaciones del siglo XVIII y lanzadas después como principio y base de un nuevo derecho que era hasta entonces desconocidos y discrepa no solo del derecho cristiano sino en más un punto, también del derecho natural”.

A partir de la Revolución Francesa surgen los conocidos derechos del hombre. De esos principios el primero y fundamental es este: todos los hombres, por ser de la misma naturaleza, son semejantes y, de hecho iguales entre sí.

Este postulado es el eje alrededor del cual gira todo el sistema revolucionario y constituye el artículo primero de la Declaración de los Derechos del Hombre: “todos los hombres nacen y permanecen iguales en derechos”.

Pero, ¿de qué igualdad se trata?. De una igualdad puramente aritmética: individualismo radical, absoluto y sin límites.

Individualismo para el cual el número existe solo, opuesto a la cualidad, y solo es digno de consideración.

Individualismo que no sabe más que contar y que cuenta a todo el mundo por uno: que no sabe más que sumar y restar, y que suma y resta confundiendo todo: la virtud y el vicio, la inteligencia y la necedad, la competencia y la inutilidad, el más el menos, el ser y la nada, Dios y la criatura.

Las consecuencias de este principio supremo no son otras que una inversión total de valores y una involución completa del orden jurídico y social.

El nuevo derecho define que “los hombres nacen y permanecen iguales en derechos”, condenando de esta manera todo tipo de desigualdad. Definiendo que “los hombres nacen y permanecen libres”, condena toda desigualdad (precisamente por que son iguales), condena todas las subordinaciones.

Ahora bien, quien dice autoridad, ordenes, obediencia, etc., dice necesariamente desigualdad y subordinación.

Por lo tanto, el nuevo derecho, en su igualitarismo, condena los principios rectores del antiguo orden jurídico y social. De este modo es la sociedad misma la que se ve sacrificada: SUPRIMIDAS LA AUTORIDAD, LA JERARQUÍA Y LA LEY, LA SOCIEDAD VA A LA RUINA.

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